La esperada sentencia sobre el asesinato del exprimer ministro libanés Rafic Hariri tendrá que esperar un poco más: la explosión en el puerto de Beirut el martes pasado ha obligado al Tribunal Especial para el Líbano (TEL) a aplazar al 18 de agosto el anuncio del fallo, que afectará a cuatro sospechosos de organizar su muerte, que se encuentran en paradero desconocido.
No es la primera vez que se pospone la sentencia, aunque en esta ocasión el tribunal lo justifica por el «respeto a las innumerables víctimas de la devastadora explosión que conmocionó a Beirut el 4 de agosto y por los tres días de luto público» en el Líbano, tras una tragedia que se cobró la vida de al menos 137 personas y dejó 5.000 heridos.
Seis años después del comienzo del juicio, la Corte tenía previsto dar a conocer su decisión a mediados de mayo, pero la pandemia «obligó» a retrasarlo hasta el 7 de agosto, fecha pospuesta ahora otros diez días.
El tribunal se encuentra en Leidschendam, a tan solo unos minutos de La Haya, y la primera sesión, que tuvo lugar el 16 de enero de 2014, fue un auténtico hito tras casi una década de espera: Hariri y otras 21 personas murieron el 14 de febrero de 2005, cuando un camión que contenía al menos una tonelada de explosivos estalló en el centro de Beirut.
Los cuatro sospechosos son Salim Jamil Ayyash, Hassan Habib Merhi, Hussein Hassan Oneissi y Assad Hassan Sabra, todos responsables «secundarios», acusados de «conspiración mediante un ataque terrorista», y de ayudar a organizar y preparar los atentados, pero ninguno estaba en la cadena de mando, y no hay nadie acusado de ser el autor intelectual.
El fiscal jefe, Norman Farrell, argumenta que los cuatro sospechosos, que se juzgan en rebeldía al no haber aparecido nunca ante el tribunal ni ante los abogados que los representan de oficio, están vinculados con el grupo islamista chií libanés Hizbulá y cree que su culpabilidad es evidente por las grabaciones telefónicas en poder de la Justicia.
LAS INVESTIGACIONES
En mayo de 2007, el Consejo de Seguridad de la ONU creó el TEL, prometiendo hacerse cargo de casi la mitad de los gastos, mientras que el resto del presupuesto será una aportación de diferentes países, incluidos los de la Unión Europea. No comenzó a funcionar hasta 2009 y solo en 2014 se inició oficialmente el juicio.
Según los expertos, ha costado hasta ahora cerca de 1000 millones de dólares, aunque no tenga entre rejas a ninguno de los sospechosos ni ha conseguido que Hizbulá siquiera reconozca su competencia.
Según la reconstrucción del TEL, el día de su asesinato, Hariri asistió a una reunión en el Parlamento libanés a las 11 de la mañana, una hora después se acercó a un café en la zona y a las 12.49 se subió a uno de los coches del convoy en el que siempre viajaba para emprender su recorrido por la costa de Beirut hacia su residencia oficial.
Tres minutos después, un camión avanzó lentamente hacia el hotel Saint Georges, a la vez que llegó y redujo la velocidad el convoy en el que viaja Hariri. En ese punto, el conductor del camión se inmoló haciendo estallar los explosivos en el vehículo. La explosión produjo un cráter profundo en la superficie de la carretera y causó 22 muertos y 231 heridos.
Poco después de la explosión, Oneissi y Sabra llamaron a las oficinas de dos medios de comunicación internacionales en Beirut para ofrecerles un video que, explicaron, se encontraba escondido en un árbol en una plaza de la capital libanesa.
La cinta contenía un mensaje de video, después transmitido en todas las televisiones, en el que un joven palestino de 22 años, que se presentó como Ahmad Abu Adass, explicaba que llevará a cabo el ataque suicida en nombre de una organización fundamentalista denominada «Victoria y Yihad en la Gran Siria», totalmente desconocida.
Después de años de investigaciones técnicas, declaraciones de testigos y pruebas en documentos escritos, los fiscales del caso han concluido que Mustafa Badredine (fallecido en 2016), un alto funcionario de Hizbulá, fue quien realmente había preparado el ataque, mientras que Ayyash, el cuarto sospechoso, lideraba la célula que llevó a cabo el atentado.
SUNÍES Y CHIÍES ANTE SIRIA
Hariri, uno de los líderes suníes más influentes del Líbano, se oponía a la influencia siria en el país, por lo que su asesinato desembocó en manifestaciones masivas por las calles libanesas y fuertes presiones internacionales que llevaron a la retirada de las tropas de Damasco después de tres décadas de presencia militar.
Hizbulá nunca compartió esa visión contraria a Damasco, lo que acabó creando un escenario de bandos prosirios y antisirios que determinó la política libanesa durante décadas: al asesinato e Hariri se sumó el del exministro de Finanzas, el suní Mohamed Chatah, en diciembre de 2013.
Las tensiones se intensificaron tras el levantamiento contra el dictador Bashar al Asad en Siria. Mientras que muchos suníes se posicionaron de parte de los rebeldes, Hizbulá -considerado como grupo terrorista por Estados Unidos, mientras que la UE califica de terrorista solo el ala militar del partido- envió a sus combatientes para apoyar a Al Asad desde el comienzo del conflicto en 2011.
El largo historial de atentados en Líbano alentó también rumores sobre la explosión en el puerto, el martes pasado, si bien parecen descartarse de momento.
«Sí, la historia del nitrato de amonio tiene sentido: la cantidad parece coincidir con el tamaño estimado de la explosión. Obviamente necesitaría una investigación para estar seguro, pero no parece haber nada inconsistente en esta teoría, por lo que hemos visto», aseguró a Efe Nick Waters, investigador de Bellingcat.
Los libaneses conocerán la sentencia, en principio, el próximo día 18, y lo harán a unos días de la nueva tragedia que ha asolado la capital, lo que se suma a un 2020 ya complicado para el país árabe, protagonista de un levantamiento social y político desde el año pasado, el colapso de la moneda local por la hiperinflación, y la pandemia de coronavirus.