El gobierno sandinista alega que declarar cuarentena es «alarmista y extremista» y promueve actividades políticas que implican aglomeraciones. Sin embargo, parte de la población ha desoído su estrategia. Mientras centros comerciales y restaurantes han sido cerrados, hay padres de familia que no envían a sus hijos a clases.
MANAGUA, Nicaragua-. Calles inhóspitas, centros comerciales cerrados, mercados vacíos, bares y restaurantes clausurados. Así se ven las principales ciudades de Nicaragua desde el 18 de marzo, cuando el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo anunció el primer caso positivo de coronavirus. Los ciudadanos han optado por una autocuarentena ante la insistencia gubernamental de no imponer medidas de prevención severas para contener la epidemia.
Frente a ese sentimiento de desprotección, muchos nicaragüenses también han encontrado en la cuenta de Twitter del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, recomendaciones para poner en práctica.
El covid-19 ha puesto en una encrucijada a los nicaragüenses: mientras el virus ya ha provocado cuatro contagios en el país, un muerto, y más de una docena de casos sospechosos, el gobierno sandinista administra la epidemia con total hermetismo y se niega a declarar cuarentena, cerrar fronteras o suspender el ciclo lectivo. El Ministerio de Salud (Minsa) descartó la cuarentena al considerarla “alarmante y extremista”. Al mismo tiempo, la vicepresidenta Murillo promueve su “plan verano 2020”, que incluye aglomeraciones de personas como ferias, conciertos, peregrinaciones y marchas políticas.
Así responden los gobiernos latinoamericanos a la amenaza latente del coronavirusBismarck Rodríguez y Katherine Ramírez son una pareja de profesionales que, viendo la falta de acciones preventivas, decidieron una cuarentena voluntaria. Desde hace más de una semana, el matrimonio apenas ha salido una vez de su casa, ubicada en el departamento de Rivas al sur del país, para comprar alimentos y disminuir el riesgo de contagio. Como ellos, pobladores de las principales ciudades de Nicaragua han desoído la propaganda gubernamental que insiste “que todo está normal”.