
Intelectuales y representantes de la Confederación de Partidos que apoyaron la elección de Rafael L. Trujillo y Rafael Estrella Ureña como candidatos a la Presidencia y la Vicepresidencia.

“La prensa no solo es el arma más poderosa contra la tiranía y el despotismo, sino el instrumento más eficaz y más activo del progreso y de la civilización”.
Francisco Zarco (1829-1869), diputado, político y periodista mexicano.
Serie periodística: Sociología, Medios Masivos y la Cultura en la era de Trujillo. ‘Cronología’
Trujillo y sus asesores, historiógrafos y publicistas, fueron los primeros en comprender el valor de la publicidad política y la eficacia de los diversos mecanismos de las relaciones públicas modernas para el control ideológico y moldeamiento de la Opinión pública. Trujillo no solo impuso su dominación por la vía de la coerción y la violencia; también complementó esa hegemonía mediante el uso del terror, e1 miedo, la alabanza extrema y la búsqueda ocasional del consenso, siempre ajustado a las conveniencias políticas del régimen.
El poder ilimitado y prolongado del sátrapa implicó el uso permanente de la violencia institucional como recurso primario, mientras la búsqueda del consenso era un aspecto auxiliar y secundario, aunque de suma importancia en la reproducción del régimen político, dado e1 estado de ignorancia y sumisión de las clases populares al orden establecido.
Los primeros atisbos con relación al valor de la publicidad política por parte de Trujillo y sus cortesanos se remontan a los años de la crisis política desatada por los seguidores del Presidente Vásquez. En opinión de Crassweller, para ese entonces, “habían aparecido ciertos síntomas que no fueron detectados”.
Dos periodistas, Rafael Vidal Torres y Rafael Damirón, trabajando separadamente, “ambos bien pagados por Trujillo, habían estado abrillantando su reputación mediante favorables artículos en la prensa”, registra en su libro Historia del Periodismo Dominicano Filiberto Cruz Sánchez.

Los intelectuales que aquilataban a Trujillo
La lista de los intelectuales que destacaron y colaboraron con el régimen de Trujillo, elaborada por Manuel Núñez en su obra Peña Batlle en la Era de Trujillo, presenta que un grupo de estos nació a finales del siglo XIX y que, por tanto, recibió una educación acorde con el estado de la enseñanza anterior a la escuela de la época de Trujillo.
Vicente Tolentino Rojas (1883-1959); Pedro Henríquez Ureña (1884-1946); Max Henríquez Ureña (1885-1968); Ramón Emilio Reyes (1886-1970); Julio Ortega Frier (1888-1953); Arturo Logroño (1891-1949); Rafael Vidal Torres (1894-1992); Virgilio Díaz Ordóñez (1895-1969); Francisco Prats Ramírez (1898-1968); Manuel de Jesús Troncoso de la Concha (1898-1955); Rafael Estrella Ureña (1899-1945).
Varios de los nombrados fueron los protagonistas de los cambios en la educación dominicana, antes o durante la época iniciada en 1930: Julio Ortega Frier, Max Henríquez Ureña, Pedro Henríquez Ureña, Virgilio Díaz Ordóñez, Arturo Logroño, Ramón Emilio Reyes.
Otros intelectuales nacidos a principios del siglo XX, que conformaban una generación más joven que la anterior, llegaron también a la era de Trujillo con su formación hecha. Cuando Trujillo ascendió al poder, y cuando pudo formar la escuela dominicana a la imagen de su régimen, ya esos intelectuales eran reconocidos en la sociedad. No debieron su aprendizaje a los planes de estudios establecidos en los años treinta.
Intelectuales opuestos a Trujillo
Eso es válido también para los intelectuales que se opusieron a la política de Trujillo, muchos de los cuales fueron al exilio. Tomemos algunos nombres de los nacidos a principios del siglo XX, adeptos o no a Trujillo:
Manuel Arturo Peña Batlle (1902-1954); Pedro L. Vergés Vidal (1903-1981); Juan Isidro Jiménez Grullón (1903-1983); Tomás Hernández Franco (1904-1952); Rafael Feliberto Bonnelly (1904-1979); Emilio Rodríguez Demorizi (1904-1986); Pedro Troncoso Sánchez (1904-1989); Joaquín Balaguer (1906-2002); Pedro René Contín Aybar (1907-1981); Juan Bosch (1909-2001); Luis Julián Pérez (1909-1999).

Formación hostosiana
Ninguno de los nacidos a finales de siglo XIX o a inicios del siglo XX aprendió las materias escolares básicas en los planes de estudios que se establecieron durante el gobierno de Trujillo. Todos se formaron en base a las concepciones educativas y los métodos de enseñanza desde los tiempos de Hostos y sus discípulos de la primera generación.
Todos tenían en su haber la educación hostosiana en base a los planes de estudios de 1884; todos llegaron con su aprendizaje en español, en matemática y en ciencias; todos llegaron a 1930 con sus lecciones aprendidas de lectura razonada, lecto-escritura, gramática, lenguaje y literatura.
Pedro Henríquez Ureña y Juan Bosch son los ejemplos más elocuentes de los intelectuales formados antes del sistema escolar de Trujillo. Ambos adquirieron su formación de base antes, y se desarrollaron después fuera del país, cuando imperaba el régimen trujillista. Es importante resaltar este hecho: poco o nada le debió la formación de esos intelectuales a la era de Trujillo.
Henríquez Ureña nació en 1884, y cuando en 1905 inició la enrancia que concluiría con su fallecimiento en 1946, ya llevaba en ciernes al recio humanista y escritor que hoy conocemos.
En cuanto a Bosch, nacido en 1909, autodidacta, empezó a destacarse en la prensa desde 1929, y en 1933 escribió el libro de cuentos que lo proyectó como uno de los escritores más importantes del país: Camino Real. Luego, en el exilio, a partir de 1938, desarrolló su arte literario y su caudal intelectual, hasta convertirse, al igual que Pedro Henríquez Ureña, en uno de los mejores escritores de habla hispana.
Es frecuente escuchar elogios de la educación durante la era de Trujillo, en comparación con la educación en la actualidad. Esos elogios no son infundados, yo me formé en la escuela de Trujillo, nací en 1944, y puedo dar testimonio de los aspectos positivos de la enseñanza durante la tiranía.
Entre esos aspectos, la gestión era el logro principal. Las escuelas funcionaban, los maestros cumplían sus horarios, y aplicaban los programas de clase. Era una enseñanza muy normativa y autoritaria, pero, marchaba. Un ejemplo es la enseñanza del español.
En 1933, en el Gobierno de Trujillo, cuando Pedro Henríquez Ureña dejó la Superintendencia General de Enseñanza, la enseñanza del español ya se había formado y consolidado. La clase de lengua era una área ya constituida en el aspecto conceptual, es decir en los planes de estudios y los contenidos de la enseñanza. Poco se agregó después en esos aspectos.
Con todo, el desarrollo de la clase de lengua fue indetenible. Luego de Pedro Henríquez Ureña, la enseñanza del español en el país adquirió un curso diferente a la situación descrita anteriormente. Faltaba una tarea muy importante por acometer: fortalecer la gestión educativa y normativizar la enseñanza del español.
Aunque iniciados años atrás, esos aspectos caracterizaron las acciones educativas desde el arribo de Ramón Emilio Jiménez a la Superintendencia General de Enseñanza, y sobre todo a raíz del nuevo mandato presidencial de Trujillo. Esa fue la tarea que se cumplió plenamente desde entonces hasta el fin del trujillato en 1961.
Ese fue el balance recibido por las administraciones educativas que sucedieron a Pedro Henríquez Ureña. También por los intelectuales que desde el inicio de la tiranía, en 1930, fueron el soporte cultural de ese régimen.
¿Son los intelectuales formados en la escuela de Trujillo, es decir, de 1930 a 1961, superiores a los formados en la escuela antes de Trujillo? ¿Y los formados desde el 1961 hacia acá superiores a los formados en la época de Trujillo? ¿Alguien podría aventurarse a responder?
Trujillo compra imprenta
Siendo jefe del ejército, Trujillo compró una imprenta
para publicar las actividades y los actos militares a través de La Revista, dirigida por Rafael Vidal Torres y su tío Teódulo Dina Chevalier. La Revista no se limitó a los cuarteles, “si no que circuló también en la sociedad civil vendiendo una buena imagen del hombre que ya conspiraba contra el gobierno horacista.
Tan pronto asaltó el poder, Trujillo estructuró una maquinaria publicitaria que requería, en primer lugar, el más absoluto control de los medios de comunicación, y en segundo lugar, atrapar a la generalidad de los intelectuales para utilizarlos en las labores de alabanzas y exaltación de las ejecutorias del régimen.
Ciudad Trujillo habitada por 1, 479,417 de dominicanos
En los años iniciales de la dictadura, los niveles educativos de la población, incluyendo a los jóvenes, eran muy bajos. De acuerdo al censo realizado en 1935, la población dominicana ascendía a 1, 479,417 habitantes, de los cuales $610 300 mil sabían leer y escribir. El 80 por ciento de la población era analfabeto, mientras que el 82 por ciento vivía en las zonas rurales.
Además, el acceso a la ciencia y la cultura estaba restringido a un reducido y aislado grupo de intelectuales que muy pronto fueron conquistados para legitimar y justificar histéricamente la dictadura.
Sugirió Roberto Cassá, historiador dominicano que: “Para evitar que la farsa fuera desvelada, el régimen tenía que controlarlo todo y no podía tolerar fisuras en el espacio de la producción de ideas. En un sentido más vasto”. Refiriéndose que esa infausta tarea sobresalía al esfuerzo por presentar al régimen muy apegado a la tradición democrática representativa.

Reportaje en desarrollo…
Continúe leyendo la próxima entrega y su incidencia mediática en los últimos días al momento del ajusticiamiento del tirano. #Portazona.do
Fuentes: Roberto Cassá, Juan Daniel Balcácer, Filiberto de la Cruz, Rubén Darío Aponte Mendoza, Bernardo Vega, Victor Grimaldi, Juan Bosch, Fernando Infante, Héctor Minaya, testimonios de fuentes vivas, descendientes y sobrevivientes. Diario Libre, Acento, Historia Social Dominicana, RC.
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