ROMA, Italia.- El arquitecto italiano Vittorio Gregotti, que diseñó el estadio olímpico de Barcelona para los juegos de verano de 1992, murió el domingo a los 92 años, tras haber sido contaminado con el nuevo coronavirus.
Gregotti falleció de pulmonía tras haber sido hospitalizado en Milán, informaron la agencia de noticias AGI y el diario Corriere della Sera.
El arquitecto también diseñó el teatro de la Opera Arcimboldi de Milán, entre muchas otras obras.
La esposa de Gregotti, Mariana Mazza, también fue hospitalizada en el mismo hospital de Milán, según el Corriere della Sera, que no proporciona más detalles.
El maestro italiano contribuyó a dibujar el paisaje urbano de Italia y se le recordará como uno de los padres de la arquitectura moderna por sus diseños de líneas rectas y su idea de urbanismo.
Gregotti participó en el rediseño delEstadio y del Anillo Olímpico de la ciudad española de Barcelona para los Juegos Olímpicos de 1992, junto a Carles Buxade, Joan Margarit, Alfonso Milà y Federico Correa.
La noticia de su muerte la dio precisamente otro de los grandes arquitectos de la contemporaneidad, Stefano Boeri, quien lo definió como «maestro de la arquitectura internacional, ensayista, crítico, editorialista, polemista y hombre de Estado».
Gregotti nació en 1927 en la ciudad piamontesa de Novara y de joven trabajo en la fábrica textil de su padre en esa ciudad, junto a su hermano Enrico, dos años menor, y se licenció en Arquitectura en 1952 en el Politécnico de Milán.
Tras sus estudios se mudó a Estados Unidos, en concreto a Boston, Nueva York y Chicago, donde entró en contacto con otras grandes figuras como Mies van der Rohe y conoció la obra de otros muchos como Frank Lloyd Wright.
Pero es a Milán a la que estuvo y estará siempre vinculado. No en vano su alcalde, Giuseppe Sala, aseguró que la ciudad le «debe muchísimo» desde que en 1951 realizara su primera sala en la prestigiosa Trienal hasta el proyecto de remodelación del barrio de Bicocca, en su industrial nordeste.
Con su estilo de línea recta, conciso e industrial, Gregotti configuró, con sus grandes planes de reconversión, toda esta zona en la que se asientan universidades y sedes de empresas como Pirelli.
Pero también uno de los polos culturales de Milán, el Teatro Arcimboldi, el más grande de Italia y el segundo de Europa, una estructura cubierta por un techado inclinado de cristal pensada inicialmente para acoger espectáculos de la ópera de La Scala.
No obstante su firma no se circunscribe únicamente a la moderna Milán sino que también llegó a otros puntos de Italia, como a Génova (noroeste), donde construyó el estadio «Luigi Ferraris», o a la siciliana Palermo (sur), donde pensó la rehabilitación del barrio ZEN, que no se culminó por infiltraciones mafiosas en las licitaciones.
Gregotti rechazaba la idea de la estrella de la arquitectura y consideraba que esta disciplina era «un trabajo de equipo y no de escenarios», en una entrevista a «La Stampa» hace un año.
En las páginas del diario turinés opinaba queel estado de la arquitectura actual es «un verdadero desastre» porque se limita «a crear imágenes y sorprender», mientras que la idea de fondo de la profesión debe «responder a las precisas necesidades sociales».
Su visión del orden del espacio la adquirió en la fábrica de su padre, pero marcó su idea de arquitectura una lectura «fundamental» de su vida, «Los Buddenbrook», de Thomas Mann, «la narración más aguda de la parábola de la burguesía industrial», refería.