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martes, diciembre 10, 2024
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La depresión alarga sus tentáculos durante la pandemia

Juan Salazar

Santo Domingo, RD

La mayoría de las veces se piensa que los tentáculos de la depresión llegan mayormente a las personas afectadas por una enfermedad terminal, un quiebre amoroso, precariedades económicas o cualquier otro estresor complicado del diario vivir.

No es así. Este trastorno mental, la principal causa de suicidios en el país, pone de manifiesto a cada momento que puede atacar incluso en las situaciones más simples de la convivencia humana.

El Covid-19 también ha creado nuevos escenarios para que la depresión anide y muestre sus efectos devastadores en personas que han debutado  con un trastorno mental que nunca soñaron con padecer, incluidos muchos jóvenes que han mostrado incapacidad para manejar los efectos nocivos de la pandemia.

El psiquiatra José López Pena, quien es el director del Centro de Atención Sicosocial y Desarrollo Humano (RESIDE), considera preocupante que muchos jóvenes estén acudiendo a consultas por ansiedad, trastornos del sueño y depresión, agobiados por la falta de socialización debido al encierro prolongado, el estrés por el teletrabajo y la ansiedad que les genera la docencia virtual.

El especialista de la conducta indicó que sin dudas habrá un antes y un después en materia de salud mental por el Covid-19. “Antes no era habitual ver los síntomas antes descritos en personas jóvenes, pero ahora es más común porque la pandemia nos ha bajado un cambio de golpe”, agregó el director de RESIDE.

LISTÍN DIARIO decidió hurgar en diversas manifestaciones depresivas a causa del Covid-19 y expone esos hallazgos sobre las situaciones que han sacudido el estado de ánimo de algunas personas durante la pandemia.

Teletrabajo lo abatió

Alberto, de 30 años, tenía la costumbre de enfrentar el estrés saliendo a las calles a compartir con amigos y a divertirse. Con el largo período de encierro por el Covid-19 y los horarios de toque de queda, le resultaba imposible.

A esto se sumó que el teletrabajo le provocó una alteración del sueño sin una causa aparente y la imposibilidad de adaptarse a ese nuevo estilo de vida lo sumió en un trastorno depresivo mayor. Los efectos han sido dificultad para conciliar el sueño, falta de apetito y un bajo rendimiento laboral.

Cuenta que era una persona funcional, pero ahora se siente “apagado”, ya que la falta de socialización le ha impedido “botar el estrés” con salidas a pasear, divertirse y compartir con los amigos.

Terminó en consulta psiquiátrica y medicado porque “lo que me gustaba hacer antes, ya me pesa”. Ha perdido el interés por las cosas que antes disfrutaba hacer.

También trastorno del sueño

Jenny, de 28 años, se fue al campo por un mes porque su trabajo estaba ligado a la industria turística, una de las áreas que dejó de operar desde marzo del presente año debido al largo confinamiento por el nuevo coronavirus.

Cuando retornó a su rutina, primero mediante el teletrabajo, se iba a la cama y se levantaba más tarde, pero al volver a la modalidad presencial en la empresa donde labora, ahora tiene serias dificultades para conciliar el sueño.

La falta de sueño ha afectado su estado de ánimo y su rendimiento en el trabajo ha disminuido, lo que la ha sumido en depresión.

Jenny siente que se ha deteriorado su calidad de vida por la dificultad de apagar su cerebro en las noches, pues se queda prácticamente en vigilia y descansa muy poco.

Sin empleo

Una mujer de 35 años ha tenido una recaída en la depresión que prácticamente había superado y que le sobrevino por la infidelidad de su esposo.

Fue suspendida por la empresa donde laboraba por la pandemia y mantenía la esperanza de retornar a su trabajo, pero finalmente la cancelaron.

Su esposo también quedó desempleado y, tener más tiempo ambos ahora para compartir en el hogar, ha reabierto en ella las heridas que dejó la infidelidad de su cónyuge.

La falta de recursos llevó a la pareja a buscar ayuda psicológica en el sector público. Aunque las consultas son gratuitas, se les dificulta obtener la totalidad de los medicamentos que ella requiere para su tratamiento.

Ella se siente actualmente una mujer disfuncional y los problemas económicos en el hogar por deudas y otras precariedades, han deteriorado la relación de pareja y familiar.

Estudiar y enfrentar el Covid

Mary, una estudiante de 19 años, cayó en una depresión que casi la lleva a abandonar sus estudios universitarios.

Su madre se contagió de Covid-19 y al ser una paciente con cáncer se vio en estado crítico. Estuvo 15 días hospitalizada con sus pulmones seriamente afectados  y algunos de sus familiares perdieron la esperanza de que saliera con vida.

“Yo quedé sin trabajo por la pandemia también, no podía casi atender las clases virtuales  porque  mi madre estaba mal, y  mi internet  no daba abasto para yo entrar a las videoconferencias”, cuenta Mary, quien permanecía despierta hasta altas horas de la madrugada para realizar  las tareas  que asignaban sus profesores.

Explicó que es la única de las hijas de su madre que está con ella porque las demás residen en Estados Unidos y no podían viajar al país por la pandemia.

“Llegué a un estado de depresión y nervios que estaba pensando en retirarme de mis estudios hasta el año que entra por falta de recursos. Tuve que tratarme con un sicólogo para soportar  y seguir  adelante con la situación”, precisó la joven estudiante.   

Intranquila

En la misma medida que comenzaron a incrementarse los casos de Covid-19 en el país, creció la preocupación e intranquilidad de Alexandra.

Su principal temor era salir a las calles, contagiarse y luego infectar a sus padres. “Todo lo que veía en las redes me ponía más nerviosa, porque hacían mucho hincapié en que ese virus afectaba mayormente a las personas mayores y que era muy fácil para ellos morir”, añadió la joven de 20 años, quien refirió que cayó en depresión, pues su ansiedad aumentaba a cada momento, no podía dormir en las noches y en ocasiones no paraba de llorar.

Un día tomó la decisión de desconectarse de todo tipo de red social y de la televisión por lo menos una semana para que todo eso que sentía se calmara, porque sabía perfectamente que lo que le afectaba era todo lo que veía sobre la pandemia. Cuenta que solo así bajo su intranquilidad y ansiedad.

¿Beneficiado por el virus?

Luis, de 53 años, sufre de ataques de pánico por fobia social.  La imposibilidad de estar entre las personas le hizo caer en depresión.

Desde niño creció prácticamente solo al cuidado de su abuela y la desatención también de sus cuatro hijos incidió en su temor a la socialización. La muerte de su hija mayor en medio de la pandemia lo define como un momento doloroso que se esfuerza por superar.

Paradójicamente, a Luis le ha beneficiado el distanciamiento físico impuesto por el nuevo coronavirus, debido a que se han reducido las actividades de socialización que tanto le aterran y deprimen.

Hasta estar con el psiquiatra que lo asistió en su primera consulta resultó traumático para Luis, quien está en tratamiento para superar su fobia social.  “No le digo que pueda estar entre una multitud, pero ahora manejo mejor mis temores”, apuntó el militar retirado.

Un traslado forzoso

Lilian, de 20 años, nunca pensó que lidiar con la pandemia sería tan agobiante. Luego de residir un año en la capital, tuvo que volver a su pueblo el pasado 5 de marzo debido al nuevo coronavirus.

“Sentí que me quitaron una parte de mí cuando apagué la luz de la sala y salí por la puerta, ya que en ese instante supe que era un pasaje sin fecha de regreso”, narró sobre el impacto que le causó regresar a una vida pueblerina que ya creía superada.

Cayó en una depresión que se ha ido calmando con el tiempo, tras conocer aspectos de su familia que jamás imaginó y analizar también mejor algunos aspectos de su vida. “Aunque aún me duele recordar todo lo que dejé atrás, sé que todo obra para bien”, afirmó la estudiante universitaria.

Conmemoración

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha aprovechado la conmemoración este 10 de octubre el Día Mundial de la Salud Mental,  en un momento en que millones de personas han visto alterado su ritmo de vida debido a la pandemia de Covid-19, para exhortar a los países a incrementar las inversiones a favor de la salud mental.

Cita que los últimos meses han traído muchos retos, entre ellos para el personal de salud que presta sus servicios en circunstancias difíciles; los estudiantes que han tenido que adaptarse a las clases a distancia y llenos de ansiedad sobre su futuro, así como para los trabajadores, cuyos medios de vida se ven amenazados.

También menciona el ingente número de personas atrapadas en la pobreza o en entornos humanitarios frágiles con muy poca protección contra la Covid-19, y para las personas con afecciones de salud mental, muchas de las cuales están ahora más aisladas socialmente que antes.

A esto se suma el dolor de perder a un ser querido, a veces sin haber podido despedirse.

“El Día Mundial de la Salud Mental es una oportunidad para que el mundo se una y comience a remediar la desatención de que ha sido objeto históricamente la salud mental”, dijo con motivo de la fecha, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS.

Los países gastan solo el 2% de sus presupuestos en salud, y una parte mínima de esos fondos están destinados a la salud mental.

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