En la democracia más longeva del mundo, los ciudadanos no votan directamente al Jefe de Estado, sino a un grupo de individuos que representan a los distintos candidatos y que se comprometen a elegirlos en la elección legalmente decisiva, que no es el 3 de noviembre, sino el 14 de diciembre. Qué es y cómo funciona el Colegio Electoral
En los Estados Unidos viven 328 millones de personas. Se espera que cerca de 150 millones voten en las elecciones de este martes —muchas ya lo hicieron de forma anticipada—, una participación récord. Sin embargo, en sentido estricto, ninguna de ellas elegirá al próximo presidente. La tarea recaerá en un número mucho más reducido de individuos: los 538 integrantes del Colegio Electoral.
Las elecciones presidenciales en los Estados Unidos son indirectas. Eso significa que los ciudadanos no votan por candidatos a presidente —aunque estos encabecen las boletas—, sino por un grupo de personas designadas por cada partido en los 50 estados del país y en Washington DC para representar su voluntad. Esos electores son los que, un mes después de los comicios, se reúnen para votar por alguno de los aspirantes al máximo cargo del país. Se espera que apoyen a quien le indicó la ciudadanía de su distrito. Pero no siempre es así.
¿Por qué son 538? Cada estado tiene asignado un número de electores que equivale a la suma de las bancas que le corresponden en la Cámara de Representantes, que son proporcionales a su población, y en el Senado, donde son dos para todos. California, el más poblado del país con 39 millones de habitantes, tiene 53 congresistas y dos senadores, así que le tocan 55 votos en el Colegio Electoral. Wyoming, el menos poblado, con solo medio millón de personas, tiene un congresista y dos senadores, lo que suma tres votos. En total, la Cámara de Representantes tiene 435 escaños y el Senado 100. Si los electores son 538 es porque en 1961 se decidió que la capital del país tenga también tres, como los estados más chicos, a pesar de que no elige congresistas ni senadores.Rick Snyder, gobernador de Michigan, habla durante la reunión con el colegio electoral en Lansing (Fotógrafo: Jeff Kowalsky/Bloomberg)
En la previa de los comicios, las filiales republicanas y demócratas de todo el país arman listas con los potenciales electores. En casi todos los estados, el partido que suma más votos pone a la totalidad de los miembros que le corresponden a la jurisdicción en el Colegio Electoral. El que pierde se queda con las manos vacías. Las excepciones son Maine y Nebraska, que eligen a los electores como si fueran congresistas, uno por cada distrito legislativo, lo que permite que distintos partidos tengan lugar en el Colegio en nombre de esos estados.
“La decisión de que la representación en el Colegio Electoral se base en la representación en la Cámara de Representantes y en el Senado ha dado a los estados menos poblados un poder desproporcionado en relación con sus poblaciones. Por otro lado, que el ganador se lleve todos los electores ha fortalecido el sistema bipartidista y ha hecho que los estados pendulares, en los que el resultado es incierto, sean los más valiosos. Por lo general, solo un puñado de estados recibe visitas presidenciales o recursos de campaña cada cuatro años”, explicó Robert Alexander, director del Instituto de Cívica y Política Pública y profesor de la Universidad del Norte de Ohio, consultado por Infobae.
El sistema tiene muchos aspectos controversiales. Que los ciudadanos necesiten un cuerpo de intermediarios para elegir a su presidente es el más evidente. Sobre todo, porque hay mucha discusión sobre si los electores están obligados a votar al candidato por el que fueron electos. De hecho, siete cambiaron su voto en los comicios de 2016, un número inusualmente alto. Pero mucho más objetable es que quien suma más votos a nivel nacional pueda no ser presidente, como les pasó a Al Gore en 2000 y a Hillary Clinton en 2016, tras perder en el Colegio ante George W. Bush y Donald Trump.Un elector celebra después de confirmar su voto (Fotógrafo: Jeff Kowalsky/Bloomberg)
Brian J. Gaines, profesor del Instituto de Gobierno y Asuntos Públicos de la Universidad de Illinois, considera que “dada su importancia, los electores son sorprendentemente invisibles”. “Hasta la década de 1960 —dijo a Infobae—, algunos estados permitían que los ciudadanos los eligieran directamente, de modo que potencialmente podían dividir su voto entre republicanos y demócratas. Ahora sus nombres ni siquiera figuran en las boletas en la mayoría de los estados, aunque en algunos todavía sí. Los estadounidenses hablan como si votaran directamente por los candidatos presidenciales y es probable que muchos piensen que realmente lo están haciendo, aunque recuerden vagamente que hay un Colegio Electoral. Es cierto que después de las elecciones de 2000 y 2016 se empezó a tomar más conciencia de la institución, pero solo las personas genuinamente interesadas en la política conocen los detalles. Y prácticamente nadie sabe los nombres de los electores”.
Criticado por los sectores más liberales, por considerar que mina la legitimidad democrática, y defendido por los conservadores, que argumentan que la fortaleza de los Estados Unidos emana del respeto a las bases institucionales sobre las que fue fundado hace más de dos siglos, el Colegio Electoral es una institución crucial, que sin embargo suele pasar desapercibida. Para entender la política estadounidense hay que saber cuáles son sus fundamentos, quiénes lo integran y cómo funciona.