Sus economías sufren y las naciones deudoras quieren que Pekín perdone o renegocie los préstamos. Hacerlo sería costoso. Rehusarse puede dañar la imagen global del gigante asiático.
Cuando el coronavirus comenzó a propagarse por todo el planeta, el ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán llamó a su homólogo en Pekín para hacerle una petición urgente: la economía del país iba en picada, por lo que el gobierno necesitaba reestructurar miles de millones de dólares en préstamos otorgados por China.
Pekín ha recibido solicitudes similares de Kirguistán, Sri Lanka y varias naciones africanas que desean reestructurar su deuda, prorrogar pagos o lograr la condonación de decenas de miles de millones de dólares en préstamos que vencen este año.
Cada una de estas solicitudes vuelve más contraproducente el deseo de China de convertirse en el mayor proveedor de servicios bancarios del mundo en desarrollo. Desde hace veinte años, China comenzó a otorgar préstamos globales a diestra y siniestra, canalizando cientos de miles de millones de dólares a distintos países con la intención de ampliar su esfera de influencia.