

Adalgisa Corcino
Reflexionando sobre la incidencia del comunicador social, del compromiso deontológico y humano del periodista, más que un transmisor o difusor de ideas, pensamientos, hacedor de opinión o generar contenidos; está compelido a orientar, educar, informar, denunciar y entretener por medio de las plataformas tradicionales de impreso, radio, televisión, y ahora, digitales. Es un compilador y anunciante de realidades, a su vez, un gestor de soluciones.
En ese sentido, todo devenir y acción social se enmarca en códigos de conducta y normanzas sociales, donde la ética abrazada a la moral fungen como salvoconducto para depurar las emociones, decisiones y opciones de vida; son vitales para filtrar, medir y monitorear el comportamiento del portavoz de masas, del periodista o investigador, compelido a representar la colectividad y sus intereses, flagelos, necesidades y divulgación de sus logros.
Validar que las costumbres y tradiciones aunadas al escrutinio social, resultan pilares del carácter o la forma, del recipiente o vasija, donde el profesional de la palabra hablada o de la redacción vierte su ego, creencias, preferencias, satisfacciones y desafíos que no deben trasvolar a los valores moraléticos, que no puede bajo ninguna circunstancia violentar la paz pública y las buenas habitudes. Sí, sus egos. Algunos requieren inteligencia emocional.
Sin obviar, que el profesional de la comunicación promueve distintos contrastes de las historias y sus protagonistas, donde los hechos son inviolables ni alterables, porque los sucesos portan su halo natural e inseparable (la verdad), empero, hay profesionales de la palabra hablada que gusta de la hipérbole como recurso sensacionalista y, es anzuelo madre para ganar la fidelidad de oyentes, sintonías de audiencias o atención del auditorio.
Un ente productivo, de quehaceres para la sociedad, que se desenvuelve entre el progreso o la decadencia en la máxima expresión, en todos los órdenes y aspectos sociales: humano, económico, cultural, antropológico, político, social y moral, es su gran responsabilidad, siempre guardará con recelo la integridad. Responsabilidad e impecabilidad del contenido en su oralidad les atañen de por vida, y si llegara a manifestar alzheimer precoz, la justicia del pueblo caerá sin piedad sobre su conciencia.
No se trata solamente de intelectualidad; las dotes morales y éticas, el poder, saber y querer discernir entre el “bien o el mal” de la eticidad o bondad de los hechos son puntales para el desempeño humano y profesional del periodista quien debe propugnar y velar por el erario, la justicia, educación, la patria, la vivienda, la salud y producción nacional. Es una esencia que perfuma su derredor y peregrinar emanando desde su escala axiológica heredada o adquirida.
Entiendo que el periodista debe ceñirse la verdad como su mejor vestido, también como botones y bisutería: la verosimilitud, actualidad, oportunidad y confidencialidad, “off the record” o secreto profesional que dictará de su formación humana, discreción y del compromiso ético asumido en su código deontológico profesional que suscribe las normativas de los trabajadores de la prensa y comunicación masiva.
El periodista y comunicador debe guardar la jerarquía de los valores: religiosos, morales, sociales, comunes y propios. Ser fiel al pueblo, sus dolencias y reivindicaciones frente a cualquier circunstancia de soborno, distracción, fraude o extorsión en su entusiasmo por informar la verdad de los hechos con sinceridad, honestidad, filantropía. Siempre distinguiendo del montón, del “pica pica”, buscavida, tracalero, disfraz y cualquier atributo desmoralizador al periodismo y la comunicación para las masas.
El comunicador social y con énfasis el periodista es un constructor de libertades, igualdad, justicia social, democracia, del orden y del progreso. La publicidad, relaciones públicas y locución fungen como mancuerna de disciplinas afines entre el pueblo y sus afanes, no debe incurrir en hechos ilícitos, divulgación de datos falsos ni presionar por medio de la psicología inversa a los públicos.
Y no es tan fácil proferir que ejercer el periodismo como impulsor de bonhomía, junto a las nuevas tecnologías de aplicaciones y redes sociales no acarrean sus bemoles y desafíos entre la pluma, la voz y esa carga emocional del “deber y poder”, de la sapiencia para dividir en su justa dimensión, tiempo y espacio la verdad de los hechos reales e inalterables, alejados de toda ficción con objetivo demoledor: que prevalezcan esos demonios cargados en la maleta del colectivo, de una colectividad atropellada, vituperada y sorprendida a quemarropa por actos ilícitos y contradictorios.
Las herramientas del periodista y del locutor están destinadas al porvenir colectivo; su voz, su pluma, ideología y formación humana como tal esclavo a su amo, sin torceduras, con fidelidad e indeterminado servicio en aras de los que no “son” frente a los que “tienen todo”, es la defensa del pueblo.
Sócrates, en su filosofía se opuso a los sofistas que se mofaban de las normas morales. Quería una ciudad de leyes absolutas y eternas, no relativas ni subjetivas. Resumió que la virtud es conocimiento, la gente será virtuosa si conoce la virtud, y que el vicio o el mal, es fruto de la ignorancia. Promovió que la educación constituye la virtud, pues consigue que la gente actué y sea conforme a la moral.
Y concluyo; cuando los valores chocan entran en conflicto y promueven el debate moral, además dilemas morales y culturales. Los valores nos empujan en direcciones diferentes, con aparentes razones atractivas. Dijo Irving Kristol, escritor y periodista estadounidense, “las cuestiones morales surgen, no de la confrontación del bien y del mal, sino de una colisión entre dos bienes”. Ahí, en mis cosas, tus cosas y las demás, está la razón.
Los hechos del problema pesan más que los valores, causando división de opiniones. Solo existe una Tierra. Este planeta será nuestro único hogar, y nuestra supervivencia depende de que siga proporcionándonos alimentos y otros recursos. Sin olvidar, que cada contenido, noticia u opinión genera juicios, ideas y conclusiones de temas que nos interesan o perjudican directamente. Es cuando el periodista y el comunicador demuestran su arraigo.
A lo largo de la historia, la Tierra ha cubierto estas necesidades, sin embargo, la carga ha aumentado en preocupación sobre su capacidad de enfrentar el impacto medioambiental causado por la actividad humana. Esa necesidad de reexaminar nuestras relaciones con la Tierra y el valor que le damos a todo su contenido priorizan el estudio de la ética medioambiental.
En síntesis, es concientizarnos sobre “salvarnos a nosotros, para salvar al planeta”, y preservar, desde el pluralismo, un respeto y contraste de las distintas visiones, enfoques y aplicación de los valores morales y éticos individual entendiendo que las costumbres forjan el carácter y la personalidad se compone de la eticidad, bonhomía o bondad de los hechos, también del mal, y las propias decisiones humanas que rigen el devenir social, entre lo correcto e incorrecto, lo bueno o malo. Ser ético es ser justo, responsable, honesto, solidario sin olvidar que Dios dejó albedrío, y también posees libertad para ser antiético, sin carácter ni personalidad.
Para el comunicador y periodista, bajar el tono de voz, respetar los criterios, discreciones y confesiones de la fuente, es ética; lo demás es pedantería, ignorancia, engreimiento; en fin, abuso de poder. Apliquemos la ética y moral para garantizar las Libertades Humanas, los Derechos, Deberes Humanos y la Equidad de Género; desde un Estado de Derecho que promueva la Igualdad y Justicia en la Sociedad. ¡Seamos dignos y fieles hacia adentro; porque a lo externo todo fluirá!