Acontecimiento de significativa trascendencia histórica, que repercutió en todos los países latinoamericanos, del caribe y Europa, lo fue el Vuelo Panamericano. Los gobiernos de Cuba y la República Dominicana, se decidieron por mancomunar esfuerzos para crear una escuadrilla aérea que rasgara los espacios aéreos en recorrido de Buena Voluntad por los países americanos, haciendo de ese modo un llamado fraternal a esos pueblos a fin de que participaran en la cristalización del proyecto.
La Escuadrilla Panamericana estuvo integrada por cuatro aviones. Tres de ellos procedían de Cuba y pertenecían a la Sociedad Columbista Panamericana, al Ejército Constitucionalista de Cuba y a la Marina Constitucional Cubana, respectivamente. El restante pertenecía al cuerpo de Aviación del Ejército Nacional de la República Dominicana. A los aviones cubanos del tipo «Stinson» se les bautizó con el nombre de Santa María, Pinta y Niña. Sus pilotos fueron los tenientes Antonio Menéndez Peláez, Feliciano Risech Amat y Alfredo Jiménez Alum, ases de la aviación militar cubana.
La unidad dominicana fue bautizada con el nombre de «Colón», un avión del tipo Curtiss Wright R-19 adquirido por el gobierno dominicano en los Estados Unidos con mira a la participación en el Vuelo Panamericano. El 12 de noviembre del año 1937, partieron desde el aeropuerto de «Miraflores» los cuatro aviones, tres cubanos y uno dominicano, para iniciar así este histórico vuelo, que despego a las nueve de la mañana de ese día.
Luego de haber recorrido gran parte del vuelo, a pocos minutos de su despegue en Santa Fe de Bogotá, tres aviones de la escuadrilla, según informe de las líneas aéreas Scadta, se estrellaron en las cercanías de Cali, en El Valle, a unos 12 Kms.; los tres encendidos en llamas, quedando sólo un avión, el «Colón», de República Dominicana. El Mayor Frank A. Féliz Miranda, llegó a la patria dominicana cubierto de gloria, después de haber realizado la hazaña de circundar el continente americano en compañía de los infortunados aviadores cubanos que hallaron la inmortalidad en comunión íntima con el infinito en las montañas de Cali.