Ramón AlmánzarSanto Domingo
Luis Miguel tiene un magnetismo sobre el escenario que hechiza y las multitudes, de manera incondicional, le aplauden, le gritan, le corean y le soportan sus deidades, aunque aquí la noche del viernes se notaron sus cambios de matices vocales en esas canciones que por años son las favoritas de sus seguidores.
El cantante mexicano apenas apareció sonriente a las 10:00 de la noche del viernes y la multitud que copó los 20 mil asientos preparados en el Estadio Olímpico se rindió ante él.
En lo adelante protagonizó un vaivén de momentos emocionantes con esas canciones que provocan euforia y otros en los que dejó a muchos inconformes por la selección de algunos temas por encima de clásicos y, sobre todo, por el cambio en las tonalidades vocales de temas emblemáticos.
Junto con su aparición en escena, llegó una incesante llovizna que pulseó casi las dos horas de concierto con un «Sol» que tuvo que soltear la adversidad y sin parar de cantar daba órdenes constantes de que le limpiaran el piso o le tendieran toallas porque es evidente que le teme a caerse en el escenario. O quizás temeroso de un corrientazo porque usó micrófono de mano con cable.
En «México por siempre», nombre de su gira actual, junto a una impecable banda de 8 músicos y tres coristas, Luis Miguel se paseó por su extenso repertorio recopilados en 29 discos desde aquel lejano 1982 cuando publicó «Un sol» y «Directo al corazón».
Lo imperdonable en esa confección de canciones hechas a la medida de Luismi es que no cantara rancheras, esas que identifican al México de siempre y que le dan el extra a un concierto en vivo.
Ni siquiera «La bikina» o «Y», esos clásicos temas que en el disco «En vivo» del año 2000 dejaron clara su influencia ranchera.
Después, la veintena de canciones elegidas fluctuaron entre el pop a su estilo y los inolvidables romances en los boleros que él versiona a partir de 1991 en esa alianza histórica con su compatriota Armando Manzanero.
De esa cosecha romántica, la más esperada por el público adulto que fue al concierto en el Olímpico, incluyó «La barca», «Por debajo de la mesa», «No sé tú», «Historia de un amor», «Amor, amor, amor» y «Contigo en la distancia».
Tampoco faltaron otros temas que dejan sus huellas en el pop, como «Entrégate», «O tú o ninguna», «La incondicional» o «Hasta que me olvides», una canción escrita hace 25 años por el dominicano Juan Luis Guerra (incluida en el disco «Aries») y que fue una de las más coreadas por la multitud en el Olímpico.
En muchas de las interpretaciones el artista varió los matices vocales acostumbrados en sus canciones originales, lo que muchos desaprobaron o encontraron que no le favoreció porque la modificación en algunos casos las convertía en extrañas. Eso daba pie a frases como «ya no es el mismo», «no canta igual» o «no tiene la misma voz de antes».
Los tantos gestos vocales, dramáticos en momentos, son también parte de su accionar para perseguir esos tonos que siempre la han caracterizado.
En escena se le vio siempre contento, aunque no suele dirigir palabras al público, de vez en cuando resaltó la belleza de la gente y su agradecimiento a República Dominicana, donde vivió unos meses y sus playas le encantan.