20 de mayo de 1932, Amelia Earhart despegó desde Terranova para aterrizar en Irlanda casi 15 horas más tarde, el 21 de mayo, convirtiéndose en la primera mujer que volaba en solitario a través del océano Atlántico.
Amelia Earhart había aparecido en los titulares de los periódicos por primera vez en 1928 cuando se convirtió en la primera mujer que cruzaba el Atlántico como pasajero en un vuelo transatlántico. Aunque le valió fama internacional, Earhart no le dio demasiada importancia, al no tener los mandos del aparato.
Cuatro años más tarde, Earhart intentó hacer el vuelo por sí misma. Solamente Charles Lindbergh había volado antes en solitario a través del Atlántico. La aviadoa Ruth Nichols había intentado hacer el vuelo en 1931, pero había chocado en Canadá.
El 20 de mayo de 1932, cinco años después del vuelo de Lindbergh, Earhart despegó desde Harbor Grace, Terranova, en su Lockheed Vega 5B rojo. Durante la travesía se enfrentó a muchas dificultades: la fatiga, un tanque de gas averiado y una rotura en el casco que causó llamas en el lado del motor.
Además, se formó hielo en las alas del Vega, lo que provocó un descenso imparable de 3000 pies, llegando a rozas la cresta de las olas.
Earhart había planeado volar a París –el mismo destino de Lindbergh-, pero el tiempo y problemas mecánicos la hicieron aterrizar en una granja cerca de Derry, Irlanda, completando el vuelo en 14 horas y 56 minutos. Earhart describió su aterrizaje en un pastizal: «Tras haber asustado a l mayoría de la svacas del pueblo, aterricé en el patio trasero de un granjero».
Earthart fue recibida con grandes honores a su regreso a Estado Unidos; se celebró un desfile por las calles de Nueva York y recibió la medalla de la National Geographic Society de manos del presidente Hoover y la medalla Distinguished Flying Cross por el Congreso.
Nacida en 1897 en Kansas, Amelia trabajó como ayudante de enfermera y trabajadora social antes de aprender a volar y comprar a su propio avión en 1921. Consiguió el récord de altura femenino en 1923, y en 1928 su futuro marido, el publicista George Putnam, le ofreció la oportunidad de ser la primera mujer en participar en un vuelo transatlántico.